martes, 18 de abril de 2017


La primera vez que escribí mi carta de suicidio tenía 9 años. No recuerdo 
cual fue el detonante exacto para hacerlo, pero sí recuerdo como me sentía 
interiormente, recuerdo que se burlaban de mi por no saber pronunciar la ''R'' , 
recuerdo los insultos, empujones y golpes por ser una niña gordita, también 
recuerdo que mis ex-profesores sabían esto y nadie hizo nada, incluso 
recuerdo que cada martes lloraba porque me tocaba informática y la maestra 
me chillaba y pegaba, recuerdo estar llorando sobre la cama de mi madre 
pidiéndole, suplicando en silencio no ir a la escuela ese día, nunca le dije nada, 
no hasta años más tarde, igual por miedo, miedo a que hiciera algo y el equipo 
escolar no hiciera nada, o miedo a que no me creyera y todo fuera a peor . 
Recuerdo ir a dormir y tener miedo, no a la oscuridad, si no al paso de las 
horas, porque cada hora que pasaba estaba más cerca de amanecer, y yo 
estaba más cerca de ir al colegio.
No escribí mi segunda carta de suicidio hasta 8 años después, ahora tenía 
16 años, con esta edad diréis que solo estaba pasando por la típica fase 
adolescente, igual es así, si la fase consiste en irse a la cama cada noche con 
el corazón en un puño, las tripas encogidas, el paladar palpitando y los ojos 
inundados en lágrimas, lágrimas de se deslizaban por mis mejillas hasta 
terminar en la almohada, empapada por las que vinieron antes. 
Iba a dormir deseando tener alguna enfermedad terminal, porque sabía que 
en el fondo no iba a ser capaz de quitarme yo misma la vida. 
Fue una noche de verano la primera y única vez que dejé que alguien me 
viera, que viera quien era yo en realidad, fue mi madre la que se tumbó a mi 
lado y calló mientras me oía llorar, la que me sostuvo mientras me vaciaba por 
dentro, ella hizo todo tipo de preguntas sin llegar a agobiarme para así poder 
entender mi situación, yo no respondí sincera a ninguna de ellas. Solo dije que 
me sentía estresada y que seguramente tuve un pequeño ''ataque de 
ansiedad'' 
La verdad es que la realidad me golpeó más fuerte que nunca cuando me di 
cuenta que realmente no quería seguir viviendo. Yo no decidí nacer, no decidí 
pertenecer al mundo y sentía como que no lo hacía. Me esforzaba por ser 
mejor y así pertenecer a algo, a mi familia, a un grupo de amigas, etc. Pero 
sentía como era juzgada tanto por físico como por mi intelecto, supongo que 
me sentía de esta forma por mi pasado, pero no lo pensé en ese momento, lo 
que pensé fue en estar más delgada para que así me quisieran todos y no 
haría falta que me quisiera yo. Sabía lo que era la anorexia y la bulimia aunque 
no en profundidad. Un día en clase de biología una compañera realizó su 
trabajo en base a estas dos enfermedades y explicó que existían blogs en los 
que te ayudaban y aconsejaban, estos se llamaban ''Princesas Mia&Ana'' yo lo 
vi como una especie de casualidad o tal vez fue el destino. 
La primera vez que vomité fue cuando estaba sola en casa ya que mis 
padres y hermanos en ese momento estaban comiendo fuera. El blog decía 
que la primera vez que te provocas el vómito tardarías al menos un par de 
horas en echarlo todo y que si no te entraban arcadas al hacerlo con los dedos 
siempre podrías introducir un cepillo de dientes. Las primeras veces dolieron, 
pero más me dolía como me sentía después, estaba devastada, no vomitaba 
porque no me gustara mi cuerpo, si no porque pensaba que ese iba a ser el 
remedio a mis problemas.
Traté una y otra vez de ser la hija, la amiga, la novia, la alumna que todos 
querían pero no podía, me era tan fácil llorar que pensaba que era porque 
aunque exteriormente estaba sonriendo por dentro era un mar de lágrimas.
La tercera y última carta que escribo es con 19 años, y 3 años después nada 
ha cambiado. Dejaré las tres cartas entre las hojas de mi libro favorito de 
poesía. 
Siento no poder ser mejor, pero no soy feliz, no me siento bien por dentro, 
siento la promesa que no cumplí, el no poder aguantar más o pedir ayuda. 
Recuerdo en un viaje, una amiga me enseñó sus cicatrices, me contó que se 
cortaba porque así no sentía tanto dolor por dentro asique probé y eso solo 
sirvió para darme cuenta que mi fin estaba más cerca que lejos. 
Después de escribir esto, me dispongo a sacar el destornillador que le robé 
a mi padre de su caja de herramientas y coger el sacapuntas de mi estuche, 
sacar la cuchilla de este y poner fin a mi vida.
Siento mucho no poder seguir con esto más tiempo,
siento no poder aguantar más, 
siento tantas cosas que no quiero sentir, que no puedo soportar. 
Espero que me entendáis y siento papa, cuando te prometí que antes de 
hacer esta tontería te pediría ayuda, pero no puedo, tampoco quiero hacerlo.
Con amor, que es lo único que soy capaz de dar.
M.

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